A las 11 de la noche de un lluvioso domingo de septiembre de 2017, en la oficina de la Línea de Emergencia del Ministerio de la Mujer la teleoperadora atendió la llamada al primer timbre: “Línea de Emergencia, buenas noches...” Solo escuchaba sollozos y con palabras dulces pidió calma tratando de consolar a la mujer que se ahogaban en la desesperación.
Tras dos angustiosos minutos de balbuceos, silencio y llanto, Carmen González (nombre ficticio), empezó a contar la historia de terror que vivía al lado del hombre al que había confiado su futuro hacía 5 años. Los insultos, golpizas, humillaciones y vejaciones formaron parte de su existencia desde hacía poco más de tres años.
Su noviazgo fue corto, él era muy caballeroso y la respetaba aunque “era un poco celoso”. Al poco tiempo de convivir juntos la convenció de dejar la universidad porque él no tenía carro para ir a recogerla y consideraba peligroso que se trasladara hasta San Isidro por las noches. No le permitía trabajar porque entendía que “su princesa” no debía hacerlo, que él le proveería todo lo que necesitaba.
Un poco más de un año después de unirse, ella tuvo un aborto espontáneo y el marido la acusó de haberlo provocado. A su dolor se sumó el estrés de los controles: las visitas que recibía, las relaciones con su familia más cercana, le cambió el celular de contrato por uno de recarga sin redes sociales y controlaba el gasto en esa materia. “Es que no tenemos mucho dinero para gastar… ¡qué tanto hablas!”, le decía.
Cuando Carmen se dio cuenta, era una prisionera en su propia casa, aislada de la familia, sin amigos ni vecinos con quienes contar y una mañana él le soltó una bofetada porque le dijo que quería visitar a su mamá. “Tú no vas por ahí, esa gente te mete cosas en la cabeza”, le dijo.
Cada domingo él llevaba amigos a la casa para que ella cocinara mientras ellos jugaban dominó y tomaban alcohol. Cuando se iban, borrachos todos, el marido la insultaba mientras la acusaba de coquetear con uno o con otro. Antes de acostarse ya le había dado varias trompadas y un día le rompió una botella en la cabeza. Ella lloraba y callaba.
Una tarde, asomada a la ventana de la calle, vio pasar un carro que llevaba un cartel en el vidrio trasero que decía “Detener la violencia también es cosa de hombres” y el número 809 689 7212 que grabó con el fuego del miedo en su memoria.
Ese día la juerga de su marido con los amigos fue tan intensa que cayó rendido, no sin antes haberla acusado de infiel delante de ellos y haberla abofeteado e insultado para que todo el barrio lo escuchara.
Cuando Carmen se percató de que no despertaría, tomó una vieja cartera, se calzó unos tenis y salió escurrida hacia la noche. Eran las diez y no sabía hacia dónde ir, pues no contaba con ninguno de los vecinos, que solo decían que “en pleitos de marido y mujer nadie se debe meter”.
Sola, bajo el intenso aguacero, abandonó el caserío y empezó a caminar sin rumbo, aunque siempre alejándose del causante de su desgracia. Asustada y sin dinero, corría a ratos, se agachaba para tomar aliento mirando hacia todos lados, hasta que llegó a la avenida Charles de Gaulle. Tenía los ojos amoratados y la cara hinchada por los golpes que había recibido.
En una de las pocas casas que quedan en el cruce había una fiesta y una de las mujeres que se marchaba la alcanzó a ver y corrió tras ella. Aunque en principio dijo que no le pasaba nada, el daño era más que evidente y terminó entrando. Se acabó la fiesta y los presentes la consolaron, le ofrecieron ropa seca y calzado.
Ella pidió que le prestaran el teléfono y marcó el 809 689 7212. “Línea de Emergencia, buenas noches…”
Una llamada es la diferencia
Carmen es una de esas 1,783 mujeres que cambiaron el rumbo y salvaron sus vidas con el simple gesto de perder el miedo y hacer esa llamada. En menos de una hora llegó un vehículo del Ministerio de la Mujer con una abogada y una psicóloga que la trasladaron a una Casa de Acogida y le dieron atención médica y la asistencia que necesitaba.
Aunque al principio tuvo sus dudas, producto del miedo, se decidió y puso la denuncia. Cuando la policía fue a buscar al marido de Carmen preso, encontró en la vivienda una pistola de fabricación casera con la cual pretendía matarla, según confesó.
La decisión de marcar el número de la Línea de Emergencia del Ministerio de la Mujer torció las líneas del destino de Carmen, que con ese gesto evitó ser una menos.
En seis meses hemos evitado 235 feminicidios
Durante los primeros 180 días del año 2018, fueron arrebatadas de las garras de la violencia machista 235 mujeres, cuyas vidas fueron puestas a buen recaudo por parte de las y los profesionales de la conducta y del derecho del Ministerio de la Mujer, con asistencia psicológica y legal.
Solo en el mes de junio se evitaron 57 muertes de mujeres a manos de hombres, gracias a las llamadas, algunas de las cuales ni siquiera las hicieron las víctimas, pues se reciben y atienden de forma anónima las denuncias, no importa si es la persona afectada o un familiar o un vecino e incluso un transeúnte. Porque como dice la ministra de la Mujer Janet Camilo: “Detener la violencia es asunto de todos”.
El resto de las personas que atendió la Línea de Emergencia recibió servicios legales, psicológicos y orientaciones de otro tipo. Sus casos no eran extremos y por ese motivo no ingresaron en Casa de Acogida y no fue necesario el rescate.
Usa el poder de tu voz para salvar vidas. Si sabes de algún caso, llama al 809 689 7212, a la línea gratuita 809 200 7212 o desde móvil de Claro o de Viva al *212. Se parte de la solución, denuncia y contribuye a reducir la violencia machista y los feminicidios.