Santo Domingo. - Una mañana de sábado la ministra de la Mujer recorrió algunas calles del Distrito Nacional. Lo hizo con la intención de interactuar con mujeres que cada día ganan el sustento propio y el de su familia. En una de esas calles, la Andrés Julio Aybar, hay un pequeño local lleno de flores, de todos los colores y tamaños. Ahí, 10 mujeres atienden al que llega buscando rosas, claveles, lirios, crisantemos y cualquier otra flor.
Doña Oliva Peguero y Francisca Altagracia de la Cruz, son dos de las marchantas de la florería que hablaron con Janet Camilo, y le refirieron que empezaron ese trabajo desde la niñez. Hace 40 años, cuando la calle aún se llamaba México y era de dos vías, que empezó Oliva, mientras que Francisca lo hizo 5 años después y a su vez, ambas heredaron el negocio de sus madres.
Desde siempre, como le contaron a la ministra de la Mujer, han estado en ese bonito rinconcito que engalana el parqueo de Supermercados Nacional. Agradecen a la madre de José Cuesta, a él y a su esposa, María Isabel, quienes facilitaron ese espacio para que ellas, y otras mujeres más, ganen el sustento de sus familias: “sin coger la calle o trabajar en una casa de familia”.
¿Cómo es su día a día? Preguntó la ministra Janet Camilo.
Francisca de la Cruz relató que su día comienza alrededor de las 5:00 de la mañana, hora en que se levanta para salir, desde el enchanche Luperón, a las 6:00 de la mañana hasta su negocio. “Antes, cuando mis hijos eran menores de edad y tenía que mandarlos a la escuela me levantaba más temprano para prepararlos a ellos y dejarles comida hecha”. A las 7:00 de la mañana ya está en su negocio, atendiendo a los clientes madrugadores, que los tiene, y allí hace su trabajo hasta las 9:00 de la noche.
Su mirada se pierde y sonríe cuando recuerda que inició acompañando a su madre y, cuando ésta murió, se quedó junto a su hermana con el negocio que para ella lo es todo en la vida, pues le ha dado todo a su familia, y de ahí es que se gana el sustento de ella y el de sus hijos.
En el puesto son diez mujeres que llegaron con sus madres y trabajan por turnos. Ellas ponen en práctica la sororidad, sin necesidad de que alguien le haya explicado esa palabra. Cuando una no tiene la flor que el cliente busca, la otra hace la venta.
Francisca se siente una mujer empoderada: “Yo con el sustento de mi sudor he logrado todo lo que he querido”.
Le contaron a Janet Camilo que aunque todas las flores se venden porque cada quien tiene su gusto, las rosas son las flores que más salida tienen. A Francisca, en particular, le gustan las flores, pero rara vez las lleva a su casa. “Las floreras casi nunca tienen flores en su casa, las llevan para fechas especiales como Año Nuevo y Nochebuena. Tienen flores artificiales en su casa”, dice.
Y aprovecha y envía un mensaje a los hombres: “que por favor no maten tantas mujeres, que no se vuelvan locos, y si lo van a hacer que sea de amor, no para matarlas, que la mujer es el ser más querido que hay y debe de ser el ser mejor tratado, porque ella es quien le da la vida al hombre, el hombre nace por una mujer, entonces el hombre debe darle todo lo mejor, no maltratarla, no matarla, no desaparecerla como hacen. Yo le pido a todos los hombres del mundo que traten bien a las mujeres, que le den amor y cariño, y no le den maltrato”.
Doña Oliva Peguero le contó a la ministra Janet Camilo que lleva 40 años en el negocio, llegó al puesto con 12 años, de la mano de su mamá, que era vendedora de flores las calles.
Igual que las demás, trabaja de 7 de la mañana a 9 de la noche y ha sabido cultivar, como cualquiera de las flores que vende, una clientela fija, como las demás. Cada quien tiene sus clientes y eso se respeta. Ante todo, las 10 vendedoras se apoyan una a la otra y sin firmar papeles, funcionan como una asociación.
“Mi madre me enseñó a trabajar de florera, le agradezco por ello y he seguido su ejemplo, por mis hijos, a quienes he dado educación y preparación para una vida menos sacrificada. Ya son adultos, trabajan y me han regalado tres nietos”, apunta con sonrisa de satisfacción.
Las rosas y los lirios son las que más se venden, aunque los lirios han bajado un poco porque la gente la asocia con los muertos porque la usan en las funerarias. Las flores, en su mayoría, vienen de Constanza, otras de Ecuador.