Cuando se vayan los miedos habremos aprendido el valor real de los abrazos

Jueves, 16 Abril 2020

Compartimos un artículo de la ministra Janet Camilo, publicado en el Diario Público de España, en el que nos habla de esperanza ante la pandemia.

https://blogs.publico.es/coronavirus-positivo/2020/04/15/cuando-se-vayan-los-miedos-habremos-aprendido-el-valor-real-de-los-abrazos/

 

Recuerdo las historias que nos contaba mi abuela, de lo difícil que fue sobrevivir después del ciclón San Zenón, en el primer tercio del siglo XX o la época de hambruna después de la dictadura por allá a inicio de los convulsos años 60. Vienen a mi mente retazos de sus recuerdos, como fotos amarillentas que en el tiempo dibujaron los sueños y sembraron la esperanza de continuar viviendo.

En mi confinamiento recuerdo a mi abuela: tanta sabiduría, tantas experiencias cultivadas en el crisol del tiempo. Ella tenía claro que el mundo viviría mayores calamidades que las que solo permanecían como girones de un vestido llamado memoria.

Y aquí estoy hoy, igual que mi abuela, viviendo días difíciles, postrada a los pies de lo desconocido, con un nudo en el estómago como quien muere de cáncer sin poder encontrar medicamento que le salve, pero con la esperanza de que saldremos de esta.

Desde principios de este año conocimos detalles sobre el coronavirus: que es una enfermedad que cobrará más vidas que una guerra, o que todas las guerras conocidas juntas; se mencionaba sobre sus posibles vectores de contagio, sobre su rápida propagación, se invitó a los gobiernos del mundo a tomar precauciones, pero nadie creía que esto llegaría tan rápido y se asentaría en cada territorio con un poder mortífero y silencioso que nos está llevando por los caminos de un cambio en el orden mundial.

Recién todos los países del mundo están en cuarentena, unos llegaron primero, otros se sumaron en el camino, en fin hoy "quédate en casa" es el un común denominador al hablar de medida preventiva para no contraer la enfermedad y tampoco contagiarla a otros.

Día tras día escuchamos con espanto las lúgubres y exponenciales cifras de contagiados y muertos que llevan la rúbrica de esta pandemia denominada COVID-19 a nivel mundial y asistimos pasmados a la realidad de que la respuesta de los sistemas sanitarios se queda pequeña, ante una demanda universal para la cual ningún gobierno estaba preparado.

Entonces, cada día descubrimos cómo los Estados van reinventando la rueda de la ruleta, y tras las autoridades, se revela la más límpida solidaridad en el compromiso de cada persona,  ya trabaje en el sector público, empresarial o la comunicación.

Todos y todas nos hemos visto invitadas a sustituir el egoísmo y el consumismo que ha regido, hasta ahora la economía globalizada, basada en la ley de la oferta y la demanda. El neoliberalismo se ve en peligro ante un enemigo casi invisible que ha paralizado casi todas las vías de comercio, ha presionado la bajada del precio del petróleo y ha puesto de rodillas a las poderosas bolsas de valores.

Los más pesimistas prevén una gran recesión económica, y hasta se habla de más pobreza para los pobres, iniciaron los análisis, las redes sociales y el internet nos ametrallan con un flujo de información constante que, aunque no toda es real, llegan también con malas noticias.

Como mujer, siento temor por las mujeres del mundo que en estos momentos están en sus hogares recluidas por mucho tiempo con sus parejas, que en muchos casos son sus agresores. El lugar que en esta contingencia del Covid-19 se supone el más seguro, su casa, se convierte en una ratonera, en la principal zona de guerra donde cada día luchan por sobrevivir a la violencia machista, que acecha, no se detiene y mata. Y eso duele.

Sin embargo, el confinamiento en los hogares también es una gran oportunidad, un grandioso escenario para desaprender y reaprender hábitos y patrones culturales para una buena convivencia, para retomar el amor por las personas que nos rodean, dar tiempo a nuestros hijos, hojear aquel libro que nos espera cada noche y cansados no leíamos, o simplemente para parar y en nuestro tiempo de ocio no hacer nada. Parar y mirarnos a nosotras mismas y amarnos como más nadie lo hará.

Mi abuela solía decir que nadie sabe lo que sucede en la casa del vecino, aunque escuchemos risas o llantos y por eso me pregunto qué está pasando en cada hogar donde las mujeres son socialmente las responsables de la agenda del cuidado y están hoy más recargadas.

Es un buen momento para que las familias compartan tiempo de ocio, los quehaceres domésticos, la responsabilidad del cuidado de las personas más vulnerables pero, sobre todo, para construir en ese núcleo de afectos la esperanza de que esto pasará y volveremos a salir, como cuando para de llover, alegres y lagrimeantes a saludarnos, teniendo entonces un nuevo valor para los abrazos y portando un cartel que diga "seguimos vivos y de pie".

Esto va para largo, ten paciencia diría mi abuela, y es cierto. Es hora de sacar eso que no venden en las grandes tiendas, que no se compra con tarjetas de crédito ni con dinero, la paciencia. Hoy más que nunca debemos tener la capacidad de escuchar sin oír palabras, de ver sin abrir los ojos, de sentir sin tener que tocarnos, de creer sin la necesidad de ver.  Y todo eso es un gran desafío para nuestra sociedad, por la construcción social de las personas basada en el egoísmo que llevamos viviendo en los últimos tiempos.

Este estado de emergencia nos ha acercado tanto al miedo de morir que estamos retomando las cosas que nos hacen vivir, la familia, los amigos, la naturaleza, la vida y sobre todo nos hace reencontrarnos con nosotros mismos.

La muerte es silente, es paciente, se ríe cuando nos sentimos sobrevivientes, pues ella sabe que al final los sobrevivientes también mueren. Entonces en estos días difíciles más que preocuparnos estamos ocupándonos de los pequeños detalles que dan al alma alegría, que dan esperanza, que nos llenan de paz y nos invitan a amar.

Me levanto tarde y no sé qué hora es, ni que día, uno más de la cuarentena, y aunque es primavera, mis flores me sienten más cercana y me regalan otro capullo. Mi vecino, que cada día cuando riego mis plantas me escucha hablar y no ve a más nadie, me preguntó que por qué estoy hablando sola. La verdad, no le contesté, porque sé que no estoy sola.

Y tengo la certeza de que cuando todo esto pase, solo vivirán los recuerdos, como los que me contaba mi abuela, descansando en algún baúl lleno de ayeres, impregnados del olor a rosas disecadas, como sus fotos amarilleadas por el barniz del tiempo, implacable en su agitado curso.

Y volveremos a la rutina, al trabajo, pero esta vez valoraremos el "quedarnos en casa", pues el COVID-19 nos cambió el orden de las cosas y sé que cada persona dará un abrazo de regalo, brindará un te quiero al levantarse y un beso al acostarse, seremos sobrevivientes de una historia que hemos de contar como un lejano, doloroso y vívido recuerdo.

FIRMANTES DEL BLOG

  • Janet Camilo es ministra de la Mujer en el Gobierno de República Dominicana, Presidenta de la CIM y Vicepresidenta de la Internacional Socialista de Mujeres.
  • Carmen Montón es embajadora observadora permanente ante la Organización de los Estados Americanos y ha sido Ministra de Sanidad, consumo y bienestar social y Consellera de Sanidad.
  • Ricardo Campos. Médico Oftalmólogo. Ha sido Secretario General del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social y subsecretario autonómico de sanidad.
  • Rafael Sotoca. Médico de familia y activista sanitario. Fue director general de asistencia sanitaria de la Comunidad Valenciana.
  • Begoña Frades García. Psiquiatra y jefa del área de salud mental del Hospital Pare Jofre. Ha sido coordinadora autonómica de salud mental.
  • José Antonio López Cócera es enfermero especialista en salud mental y miembro de la comisión nacional de la especialidad.
  • Isabel González. Médico radiólogo. Fue jefa de servicio y profesora asociada de radiología en la Universidad Miguel Hernández de Elche así como Directora Gral. de la Alta Inspección y gerente de los departamentos de salud de San Juan de Alicante y La Ribera (Alzira)
  • Enrique Ortega. Médico especialista en enfermedades infecciosas y jefe de servicio de Enfermedades Infecciosas, Emergentes e Importadas. Ha sido profesor asociado de de medicina de la Universidad de Valencia y Director Gerente del Departamento de Salud Hospital General de Valencia
  • Ana BonedOmbuena. Médico de familia y técnico superior de salud pública de la Consellería de Sanitat Valenciana. Máster en salud pública por la U. de Harvard.
  • Antonia García Valls. Asesora coordinadora en la Vicepresidencia Cuarta, Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Ha sido diputada en el congreso de los diputados.
  • Pere Herrera de Pablo. Médico de familia y médico SAMU. Ha ejercido como director del Servicio Emergencias Sanitarias de la Comunitat Valenciana.
  • Roser Falip Barangué. Doctora en Medicina y especialista en medicina de familia y en análisis clínicos. Ha sido gerente del departamento de salud de Alcoy.
  • Aurelio Duque Valencia. Médico de Familia y Comunitaria y representante sindical. Ha sido presidente de la Sociedad Científica de Medicina Familiar en la Comunitat Valenciana.
  • Verónica Montón Alegre. Artista interdisciplinar. Ilustradora del Blog Coronavirus en positivo.
  • Juan Domene. Médico Inspector en el servicio de calidad asistencial y seguridad del paciente. Ha sido gerente del departamento de salud Arnau de VilanovaLliria.