La personalidad femenina intelectual más destacada del siglo XIX es sin duda alguna la poetisa Salomé Ureña, cuyo nacimiento partió el siglo en dos y se proyectó como un haz de luz en el firmamento dominicano. Los padres de Salomé fueron Nicolás Ureña de Mendoza y Gregoria Díaz de León, ambos de Santo Domingo y de la unión matrimonial, que duró cinco años, nacieron Ramona y Salomé Ureña Díaz. Él era un político militante del baecismo, poeta, abogado, profesor y periodista que ocupó cargos en la magistratura, el Congreso y la prensa y escribía con los seudónimos Nísidas y Cástulo. A pesar de la separación de sus padres, las relaciones de la niña Salomé con su padre fueron entrañables y sin lugar a dudas fundamentales en su formación intelectual y moral. Formación Nuestra poetisa aprendió a leer con su madre y a los cuatro años leía de corrido, lo cual revela el esmero de ambos progenitores, que prodigaron una sólida formación a la niña, que asistió a las escuelas elementales de su época, mientras que sus estudios de adolescente los hizo bajo la orientación del padre, de quien recibió una vasta instrucción literaria. Salomé aprendió a declamar los versos de los bardos favoritos de su papá, su nivel cultural se nutría de los clásicos españoles así como de la literatura inglesa y francesa, pues aprendió esos idiomas. En un contexto histórico marcado por el autoritarismo, el caudillismo, signado además por una sociedad patriarcal, el fenómeno de una personalidad y de un talento como el que mostraba la joven Salomé Ureña, despertó múltiples interpretaciones. Desde los quince años ya se perfilaba la poeta excelsa que devino en ser. A los dieciocho inició la publicación de sus versos con el seudónimo Herminia y a partir de 1874, comenzó a publicar poemas con su nombre. Máximo Coiscou Henríquez, uno de los estudiosos de la obra de la eximia poeta, identifica dos momentos en su quehacer literario: el juvenil, que se extiende hasta 1881 y el de la madurez a partir de ese momento. De acuerdo con ese enfoque, en 1873 Salomé descubre que la patria a la que amaba tanto estaba muy distante de ser la Patria ideal con que sin duda había soñado. Como Hostos, el maestro venerado y gestor de la idea de la emancipación femenina a través de la educación formal y racional de la mujer en nuestro país, la patria soñada, la patria posible, la patria real que aún está por plasmar, acendra en su espíritu la vocación civilista y patriótica que marca como signo indeleble su vida de dominicana ilustre. En 1874, con 23 años Salomé participa en la publicación de una antología de poetas contemporáneos. “La Lira de Quisqueya”, una obra que fue puesta a circular a propósito del primer aniversario del derrocamiento del gobierno despótico de Buenaventura Báez y en la cual fueron incluidos siete poemas de Salomé: La Gloria del Progreso, Recuerdos de un Proscripto, Melancolía, Contestación, A mi Patria, Gratitud, y Un Himno y una Lágrima. Un acontecimiento de profundo dolor lo constituyó la muerte de su padre Nicolás Ureña en el año 1875, suceso familiar que se tornó en un reto para la poeta. Como sabemos la tradición machista de la sociedad, siempre presta a desconocer o regatear la capacidad y talento de las mujeres, insinuaba que la grandiosa producción poética de Salomé era de la autoría paterna, lo que quedó desvirtuado por la producción de excelente calidad literaria que produjo en su vida de poeta excelsa aún después del fallecimiento de este. Salomé Ureña nos introduce, como mujer, poetisa, maestra y madre, a través del estudio de su vida y de su obra, en uno de los períodos de la historia política, cultural y social más cruciales del país, ya que su vida se desenvolvió entre autoritarismo y aspiraciones liberales. “Como poetisa y educadora representa un paradigma de lo deseable, alcanzando su figura la cumbre de la realización moderna de la mujer dominicana”. Esta reflexión del historiador Roberto Cassá nos confirma el rol de trascendente importancia como figura femenina de transición y permanencia, que estaba llamada a representar la poetisa, la maestra, la mujer de pensamiento y de sensibilidad patriótica. Las ideas políticas Resulta de gran interés apreciar su obra desde la perspectiva del estudio de las ideas políticas. Su aporte al pensamiento político liberal dominicano de finales del siglo XIX como pionera abanderada de las ideas del progreso como divisa del positivismo y como propuesta de nación y proyecto político. Salomé Ureña participaba con sus poesías en el debate que se desarrollaba en los círculos de la intelectualidad decimonónica. Una de las actividades habituales en el mundo intelectual dominicano de la época eran las veladas en las que se leían los poemas y creaciones literarias. En esas fiestas del espíritu, nuestra “cantora del Ozama” leía sus composiciones inéditas imbuidas de gran sentimiento patrio. Cabe mencionar los poemas “La Fe en el Porvenir”, “A mi patria”, “El cantar de los cantares”, en este último a decir del historiador Roberto Cassá: “La patria le hacía parir ternura”. La personalidad de María Salomé Ureña debe ser dimensionada como sujeto moral, integra, poetisa suprema, y sobre todo como mujer y, por lo mismo, encarnación del ideal de Hostos. Como nuestro insigne Don Juan Bosch, referente moral y ético de la Patria, nuestra Salomé abrevó en la fuente nutricia del maestro mayagüesano Don Eugenio María de Hostos, forjador de conciencias. La llegada del maestro y su relación con la intelectualidad dominicana de la época abrió el camino sin retorno hacía la superación de la mujer dominicana a través de la educación formal y racional. La educación femenina Las arduas batallas que preceden este hecho trascendente en el camino del desarrollo femenino, tenían por escenario los debates en torno a la capacidad de las mujeres, la educación tradicional, gobernada por el espíritu religioso, la que a decir de Pedro Henríquez Ureña “(…) fue sustituida definitivamente por programas y métodos modernos, laicos, en la enseñanza oficial.” La educación formal y científica de la mujer se inscribe en un momento histórico en que los aires de modernidad campeaban por América, el orden, la paz y el progreso sustentados por los positivistas serían los acicates del proyecto de nación que propugnaba por la educación de la mujer. Es importante valorar dicho proceso educativo y cultural como una verdadera hazaña que dimensiona los aportes de la poetisa dominicana a la historia, a la cultura y al pensamiento social. La fundación en 1881 del Instituto de Señoritas, primer centro de estudios formales avanzados dirigido a la educación del género femenino, fructificó con la investidura de las primeras maestras egresadas de la Escuela Normal el 17 de abril de 1887. Leonor María Feltz, Altagracia Henríquez, Catalina Pou, Eva y Luisa Ozema Pellerano, Mercedes Luisa Aguiar, forman parte de ese primer grupo de maestras normales que coronaron el esfuerzo educativo pionero impulsado por Salomé Ureña. Fue este un momento en que la educadora y poetisa demostró la viabilidad de que las mujeres se tornaran entes activos, superando los espacios que secularmente le habían sido regateados. En ocasión de la primera investidura de maestras, Hostos pronunció un discurso conceptual acerca de la educación de la mujer y Salomé Ureña leyó el poema “Mi ofrenda a la Patria”, en el que traduce plena de ternura su obsesión patriótica, esta vez canalizada en la educación de la mujer. En las investiduras celebradas entre 1887 y 1893, la educadora asume posiciones más definidas en el plano político, cuestiona el despotismo del régimen de Ulises Heureaux, la intolerancia religiosa y el autoritarismo; se hace eco de las voces que denuncian la intransigencia de algunos de los sectores que hicieron imposible la permanencia de Hostos en el país. Su legado A esta mujer ilustre debemos aproximarnos desde diferentes ópticas. Una visión integral de la obra de Salomé Ureña se refiere a sus aportes a la educación de la mujer, al pensamiento social y político a través de su poesía civilista y patriótica, a su rol de mujer valerosa como jefa de familia en el contexto social y familiar que le correspondió asumir. Las dominicanas del siglo XXI recogemos ese legado y el ejemplo, potenciado por logros que recrean la participación de las mujeres en los espacios antes vedados en el campo de la educación, de la salud, de la participación política y cultural, que tienen como ejemplo pionero a Salomé Ureña. “Ella al menos mantuvo con su aliento de una generación los ojos fijos en el grande ideal aún llena el viento la seductora magia de su acento, y aún hablará a los hijos de los hijos…!”, escribió Gastón Deligne. Bibliografía Consultada: Vida Intelectual de Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Santo Domingo, 1988. Roberto Cassá, Heroínas nacionales, Colección Juvenil, Archivo General de la Nación, Santo Domingo, 2007. Carmen Durán, Historia e ideología: mujeres dominicanas, 1880-1950, Archivo General de la Nación, Santo Domingo,2010. Por: Prof. Carmen Durán